Lo que iba a ser una de las películas más personales y visualmente ambiciosas de Pixar terminó convirtiéndose en su mayor tropiezo en taquilla. Elio, lejos de ser otro clásico de la animación, pasó a la historia como el primer gran fracaso del estudio en años. Pero lo que pocos sabían es que el caos no empezó en la taquilla: venía cocinándose desde mucho antes, dentro de los propios pasillos de Pixar.
Un proyecto que empezó con corazón y acabó sin alma

En sus primeras fases, Elio prometía ser una película distinta. El protagonista no encajaba en los moldes habituales del héroe animado: sensible, introspectivo y con una identidad no marcada por lo típico. Su relación con su madre, su afición por la moda y su forma de mirar el mundo desde una esquina emocional iban a ser el centro de la historia. Pero tras una proyección de prueba que encantó al público pero no convenció a los ejecutivos, todo empezó a desmoronarse.
El director original, que había planteado una historia muy personal, dejó el proyecto poco después. Desde dentro, el ambiente cambió: el personaje fue reescrito, se eliminaron elementos que lo hacían único y se introdujeron cambios de tono que alejaban la historia de su punto de partida. La película dejó de ser un relato valiente sobre identidad para convertirse en algo genérico.
Cambios, prisas y un equipo que no lo vio venir

Con una dirección partida entre nuevas manos, el ritmo de trabajo se disparó. El guion fue reescrito en menos de dos meses, se sustituyeron voces, se eliminaron personajes clave y se reestructuraron escenas enteras en animación avanzada. Algunos animadores llegaron a trabajar sobre versiones antiguas del guion sin saber que habían sido descartadas.
Una de las decisiones más polémicas fue eliminar por completo a la madre del protagonista en el segundo acto y reemplazarla por una tía, algo que obligó a regrabar diálogos y modificar escenas clave que ya estaban prácticamente cerradas. El cambio no fue solo narrativo: alteró el arco emocional del personaje y desconectó al público del mensaje original.
La parte visual brilló, pero nadie lo notó

Pese a todo, el apartado técnico de Elio mantuvo una ambición desbordante. El diseño del Communiverse fue uno de los mayores retos visuales del estudio, con escenarios lumínicos, arquitectura de mundos fluidos y una mezcla de estéticas alienígenas nunca vistas en Pixar. Se experimentó con realidad virtual y referencias de microfotografía para diseñar criaturas que parecieran vivas sin recurrir a formas reconocibles.
En una de las escenas más celebradas —aunque perdida entre críticas—, Elio atraviesa flotando un entorno sin gravedad en completo silencio, sin diálogo ni música, mientras sus emociones se manifiestan en el entorno. Esa secuencia fue propuesta por el equipo artístico original, y sobrevivió milagrosamente a los recortes.
El estreno más frío de la historia de Pixar

Cuando llegó a los cines, Elio fue recibida con tibieza. Su primer fin de semana dejó una recaudación de apenas 20 millones de dólares, la más baja en toda la historia del estudio. El número no solo fue un golpe comercial, sino también emocional para quienes todavía veían en la película una chispa del proyecto original.
Aunque parte del público elogió la animación, la mayoría coincidió en lo mismo: algo no encajaba. El protagonista ya no transmitía autenticidad. El guion parecía tener miedo a profundizar. Y el clímax, que debía ser un momento de transformación emocional, se diluía entre fuegos artificiales y resoluciones rápidas.
Incluso algunos actores reconocieron, en entrevistas posteriores, que no sabían si sus personajes seguían siendo importantes en la versión final. Uno de ellos llegó a grabar más de tres horas de diálogo… y terminó apareciendo en menos de cinco minutos de metraje.
¿Qué quedó de Elio y qué aprendió Pixar?
Elio podría haber sido una película valiente, con algo que decir. Pero los recortes, la indecisión creativa y la búsqueda de complacer a todo el mundo la convirtieron en una historia sin dirección. El resultado fue una cinta que parece preciosa por fuera, pero que no termina de emocionar. Y eso, para Pixar, siempre había sido inaceptable.
Hoy, su mayor valor no está en lo que cuenta, sino en lo que revela del momento que atraviesa el estudio: uno en el que la lucha entre creatividad y control está más viva que nunca. Veremos los siguientes pasos de Disney Pixar.

