El título llama la atención, pero el contenido lo justifica con creces. The Erotic Lives of Superheroes es la serie que ha generado una oleada de reacciones tras su paso por el Festival de Karlovy Vary. Más que una historia de superhéroes, es una mirada incómoda, humana y contradictoriamente luminosa al impacto del cáncer desde una óptica que no rehúye ni el dolor ni el deseo.
Su mezcla de tono íntimo, momentos de comedia absurda y una fuerte carga emocional ha convertido esta ficción en uno de los estrenos más comentados del circuito europeo reciente. Y aunque su envoltorio remita a lo fantástico, lo que se desarrolla en pantalla tiene más de confesión que de acción.
Una historia que no evita nada
La trama sigue a un joven al que le diagnostican cáncer testicular y cuya vida amorosa, sexual y emocional entra en colisión total con su propio cuerpo, sus relaciones y el recuerdo de su padre, un escritor que también vivió la enfermedad. Lo que podría ser un drama médico convencional se convierte en una tragicomedia profundamente personal, donde el sexo, la ciencia ficción y el humor incómodo se entrelazan con momentos de vulnerabilidad sincera.
El protagonista utiliza una imaginación desbordante como mecanismo de defensa. Y es ahí donde entran los superhéroes: como proyecciones de sus inseguridades, sus frustraciones sexuales y su necesidad de sentirse potente. Pero no hay trajes de licra ni peleas con rayos láser. Lo que hay es una lucha interna desbordante, que se expresa a través de viñetas mentales, fantasías y rupturas narrativas que saltan del realismo a la exageración sin previo aviso.
Un rodaje con cuerpo, alma y mucha improvisación
Durante la producción, el equipo apostó por mantener una estética íntima, con una cámara muy cercana a los actores, dando prioridad a la improvisación en ciertas escenas clave. Una de las más comentadas es una secuencia en la que el protagonista ensaya su confesión médica delante del espejo, donde las reacciones emocionales fueron tan genuinas que se decidió conservar la primera toma, sin cortes.
La serie mezcla planos fijos de clínica hospitalaria con animaciones intercaladas, diseñadas por artistas de cómic independientes que reinterpretan las fantasías del protagonista. El resultado no es una serie de superhéroes ni tampoco un drama convencional, sino algo mucho más imprevisible: una obra sobre cómo las personas reelaboran su sufrimiento en relatos privados, absurdos o directamente inconfesables.
La recepción que nadie esperaba
Desde su presentación en el festival, The Erotic Lives of Superheroes se convirtió en conversación obligada. No solo por su título provocador, sino por la manera en que articula emociones complejas sin caer en la pornografía emocional ni en el cinismo. A pesar de tratar un tema tan delicado, la serie consigue sostener el humor sin perder profundidad.
Una de las reacciones más virales vino tras un pase en el que el público aplaudió de pie durante una escena post-quirúrgica en la que el protagonista se atreve a verbalizar su miedo sin buscar consuelo. Fue uno de los momentos más comentados del certamen, precisamente por la crudeza sin artificio con la que se trata la enfermedad.
La música, escrita ex profeso por compositores jóvenes, refuerza ese equilibrio entre lo vulnerable y lo absurdo, con temas que oscilan entre el pop melancólico y el funk distorsionado.
Un paso arriesgado para una televisión que quiere incomodar
The Erotic Lives of Superheroes no tiene la intención de gustar a todo el mundo. De hecho, su estructura fragmentada, su tono entrecortado y su sexualidad explícita pueden incomodar o desconcertar, pero ahí radica su potencia. Es una historia que no embellece la enfermedad, pero tampoco renuncia a la vida que sigue latiendo dentro del cuerpo enfermo.
En un panorama saturado de narrativas previsibles, esta serie llega como un golpe de frescura incómoda, y reivindica que incluso en lo grotesco puede haber verdad, incluso en el deseo puede haber dolor, y también humor.